13/4/15

El páncreas, la insulina y la diabetes

El páncreas, presente en todos los seres humanos y otros vertebrados, está ubicado en la parte superior del abdomen, detrás del estómago y  delante de la columna vertebral. Es una glándula del tamaño de una mano, que  tiene 18 centímetros de largo, 4 de alto, 2 de ancho y que pesa 65 gramos. Está conectada al intestino delgado por un tubo, que es el encargado de que algunas enzimas del páncreas lleguen al duodeno y lleven a cabo su función de digestión.

Al páncreas se le conoce como una glándula por su capacidad de producir y secretar sustancias que actúan dentro del cuerpo. Es importante saber que las glándulas pueden ser endocrinas, si las sustancias que se secretan, hormonales, son secretadas directamente en el torrente sanguíneo, o exocrinas, si las sustancias, generalmente enzimas, se secretan a cavidades como la boca o el intestino. Una de las particularidades del páncreas, es que es una glándula tanto exocrina como endocrina, pues produce enzimas digestivas y las secreta al intestino para un adecuado procesamiento de la comida que ingerimos (páncreas exocrino), pero también produce hormonas que secreta al torrente sanguíneo directamente (páncreas endocrino), para modular algunos aspectos importantes de la nutrición.

Ahora bien. La glucosa es la principal fuente de energía para el metabolismo de los seres humanos. Cuando hablamos de metabolismo nos referimos a todos esos procesos que ocurren en nuestras células y que son la base de la vida. La glucosa es un azúcar presente en los alimentos, particularmente en los carbohidratos, que pueden ir desde frutas y verduras, hasta dulces, bebidas gaseosas, nueces, cereales, pan, entre otros. Parte de la glucosa que se obtiene de la digestión de los carbohidratos, se utiliza como energía para la realización de los procesos del cuerpo; la glucosa que no se utiliza, se almacena primordialmente en el hígado. 

Después de cada comida, el sistema nervioso detecta que hay alimento en el estómago y, a través de los nervios, manda señales eléctricas al páncreas para que libere sus enzimas al intestino y sus hormonas al torrente sanguíneo. Una de estas hormonas, la insulina, es quien abre, a manera de llave, las puertas de las células para que la glucosa proveniente de los alimentos, entre y sirva como fuente de energía para todos los procesos.

Recordemos que la insulina es una de las sustancias producidas por el páncreas endocrino. La insulina pertenece al grupo de moléculas llamadas hormonas, que se caracterizan por ser sustancias que operan como mensajeros, al llevar información química por el torrente sanguíneo, desde el lugar donde se producen hasta uno más lejano. Como se mencionó, la insulina se encarga de ayudar al organismo a utilizar en las células o almacenar en el hígado, la glucosa que obtenemos a partir de los alimentos que ingerimos, por lo que juega un rol protagónico en mantener un adecuado equilibrio en el cuerpo.

En el caso contrario, es decir, cuando el páncreas detecta que los niveles de glucosa en la sangre son muy bajos, secreta otra de sus hormonas conocida como glucagón, que es la encargada de ordenarle al hígado que libere parte de la glucosa que tiene almacenada. Es así como, mediante la acción contraria entre la insulina y el glucagón, el cuerpo se asegura de que los niveles de glucosa en la sangre se mantengan dentro de lo normal.

Cuando la insulina no es suficiente (por ejemplo, porque el páncreas no la está produciendo en cantidades adecuadas), la glucosa se acumula en el cuerpo, específicamente en la sangre, dando lugar a toda una serie de complicaciones que, en el largo plazo, pueden producir daños en el cuerpo y pueden disminuir significativamente la calidad de vida de las personas; a esa elevación de glucosa en la sangre, se le conoce como diabetes.
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